martes, 5 de septiembre de 2017

Jazz Management

Lo que aprendí de Management en una Jam Session


Hay algunos momentos que inesperadamente nos dejan ver luz en la más absoluta de las oscuridades. Soy un amante del buen jazz y hace algún tiempo tuve la oportunidad de ir a un exclusivo club de jazz a deleitarme con una Jam Session. Para quien no esté familiarizado con el palabro, tengo que decir que una Jam Session es, como decía el gran Geroge Frazier:  «Una reunión informal de músicos de jazz, con afinidad temperamental, que tocan para su propio disfrute música no escrita ni ensayada», o dicho en otras palabras, una sesión de músicos que se llevan bien y que tocan de forma improvisada la música que les va saliendo por el camino. Es más si entre el público hay algún músico que quiera subir al escenario y unirse, puede hacerlo con las bendiciones de todos.

Es cierto que el resultado de las Jam Sessions es inquietantemente azaroso, pero no es menos cierto que no deja en absoluto indiferente a nadie, teniendo momentos de increíble calidad y lucidez musical, emocionando y presentando finalmente creaciones de extremada singularidad.

Cuando veo a los músicos tocar, veo como cada uno es dueño de su instrumento, el experto, como todos confían en él puesto que no hay más bajos, o pianistas o baterías que el que la está tocando. Es impresionante observar cómo cuando toca por ejemplo el bajo, todos los demás músicos le acompañan en sus compases, le siguen su giros y le envuelven sin quitarle el protagonismo, todo lo contrario reforzándolo. Incluso cuando hay una cantante improvisando, la música se adapta a sus emociones y a su expresión.

Es aquí donde me di cuenta de cuantas cosas tiene en común una Jam Session con un buen liderazgo emocional en una empresa. Cuando el liderazgo es auténtico, el management se convierte en una jam session, donde todo el mundo saber lo que tiene que hacer, porque es quien sabe hacerlo, todo el mundo se siente protagonista en un momento y es el máximo exponente del conjunto y todos los demás lo saben, lo acompañan y lo apoyan. Cuando las emociones se apoderan del management, se puede dejar fluir lo mejor de cada uno, y se puede invitar con respeto a otros que crean que tienen algo que aportar a que lo hagan para que el resultado sea aún mejor. A nadie hay que explicarle su cometido ni su responsabilidad y todos saben lo que le pasara a la sesión si uno se para o toca como el culo. No es responsabilidad, va más allá, es un espacio donde cada uno puede brillar ante el disfrute de sus compañeros, y cuyo resultado en común es brillante como una supernova.





Sin poder evitarlo, vi paralelismos clarísimos entre las formas clásicas de gestionar a los equipos y cómo lo hacemos en mi consultora. Nosotros somos jazz en estado puro. Cada uno de nuestros componentes tiene autonomía, brilla por sí solo mientras los demás nos desvivimos por acompañarlo y los resultados de la compañía no pueden ser mejores.

Cuando el management es jazz, improvisar es innovar, es encontrar nuevas voces y nuevos escenarios donde decir cosas que nunca han sonado en ningún otro sitio, es divertirse mientras se consiguen resultados increíbles y es, sobre todo, una forma de llegar a territorios desconocidos y enriquecedores.

Cuando el management es jazz la competencia no tiene nada que hacer contra nosotros.


No hay comentarios:

Publicar un comentario