Manifiesto de los Derechos Emocionales en la Empresa
¿Por qué tengo que ocultar mis emociones
en el mundo corporativo? ¿Cuál es la razón por la que existen tantas
dificultades para que la gente emocionalmente sana triunfe en la empresa?
Quiero, desde aquí, reivindicar el poder
de las emociones para conseguir una empresa más sana, más fuerte, más
sostenible, entregada y amable.
Quiero, desde este minúsculo atrio,
diseminar la semilla que contiene la emoción más pura y sana, para que germine
en el corazón de la empresa, y de esta forma hacerla más grande y poderosa.
Por ello, reclamo el derecho a
experimentar mis emociones en las reuniones, a expresar con suma delicadeza mis
vivencias, mis miedos, mis anhelos y mis decepciones, para que en el caso mejor
yo pueda ayudar a un compañero, para que, en el peor de los casos, alguien me
pueda ayudar a mi.
Quiero también, reclamar el derecho a que
se me lidere teniendo en cuenta mis emociones y a que me dejen liderar con
ellas.
Deseo con fuerza, que todas las emociones
tóxicas se queden sin oxígeno para que no puedan seguir creciendo, y que los
miedos al cambio, a la transformación, se transmuten en esperanza y sana
excitación del nuevo mundo que se está a punto de descubrir.
Exhorto a los responsables de gestionar a
las personas a que sean permeables a la gestión con emoción, a los gritos y
gestos de los jóvenes que se incorporan a la empresa, y a las dudas y los
temores de los que llegan lentamente al final de su carrera.
Recuerdo el deber de los dirigentes de
las empresas a gestionar a los empleados con las mejores emociones, a
comprender cómo unas emociones sanas equivalen a una mayor productividad y a unos
resultados más sostenibles en el tiempo.
Para terminar, reclamo el derecho de
cualquier trabajador, mando intermedio o directivo, a que sus emociones sean
tenidas en cuenta, valoradas y aprovechadas en pos de una empresa mejor en un
mundo mejor.